
Ikú – El rey de la Muerte
Dice Orúnmila que el nacimiento de una persona
marca el comienzo de su prosperidad,
crecerá para casarse, tener hijos
y estar dotado de riqueza material,
finalmente morirá el día
en que estaba destinado a morir.
Esta es la filosofía de la vida.
Oyekú Ogundá
Ikú (la Muerte), es una de las divinidades favoritas de Olódúmaré y fue él quien buscó la arcilla con la que la imagen del hombre fue moldeada, después de estar creadas ya el resto de las divinidades.
Sería bueno recordar que cuando Olódúmaré creó al hombre, la deidad de la Muerte saludó la acción con optimismo histérico. La Muerte hizo notar con encanto que Olódúmaré creó las plantas y los animales para abastecer de alimentos a otras deidades, pero al crear al hombre. El le había suministrado su propia comida. Las otras deidades, para quienes se supone que Olódúmaré creó al hombre como servidor, no supieron la importancia del júbilo de la Muerte. No fue hasta que la Muerte empezó a quitar a los hombres uno tras otro, que ellos apreciaron que él estaba allí para saquear a sus sirvientes.
Ellos empezaron a pensar si las intenciones de Olódúmaré habían sido mal interpretadas o que Olódúmaré había cometido un error. Sin embargo. Alaguemo (el camaleón) el sirviente preferido de Olódúmaré, insistió en que el Todopoderoso era incapaz de cometer errores y que la Muerte podía haber mal interpretado la intención de Olódúmaré. Alaguemo recordó que Olódúmaré había autorizado únicamente a la Muerte que se llevara a cualquier hombre que transgrediera la ley básica natural. Este argumento permaneció vivo hasta que las deidades vinieron con sus siervos mortales a la Tierra. Aún después que el hombre vino al mundo, la Muerte, quien permaneció en el Cielo, siguió viniendo al mundo para matarlos a voluntad, sin hacer caso de sus disposiciones morales. Eso fue a pesar de que Olódúmaré en la primera asamblea con sus divinidades enumeró las transgresiones que eran susceptibles de atraer la Muerte.
Sin embargo, resultó que posteriormente, la Muerte comenzó a expoliar al hombre indiscriminadamente sin respetar sus inclinaciones éticas y su comportamiento, tanto los que hacían el bien como los que hacían el mal fueron víctimas de la Muerte. Se debe recordar que con el odu Oyekun Meyi, Orúnmila le había enseñado al hombre en el Ciclo cómo derrotar la amenaza de la Muerte lo cual explica la razón por la que la Muerte no opera en el Cielo.
En cuanto el hombre llegó a la Tierra, la Muerte siguió viniendo para llevarse a los hombres por millares y diariamente.
Fue Orúnmila quien una vez más evitó que la Muerte viniera a llevarse al hombre de la faz de la Tierra. Esto sucedió criando la Muerte viajó al mundo para llevarse al hijo mayor de Orúnmila, Sacrificio, porque él había estado ayudando al hombre a que evitara la embestida de la Muerte.
Como la Muerte descubrió en el Cielo que Sacrificio, el hijo de Orúnmila estaba ayudando al hombre en la Tierra para prevenirlo de su ataque, decidió ir en su busca personalmente. Sacrificio era famoso por sus triunfos y pericia en el juego de ayo y un día, la Muerte decidió ir a la Tierra a desafiar a Sacrificio a un concurso del mismo. Al llegar a la casa de Sacrificio, la Muerte lo desafió a un torneo de ayo con la advertencia de que, si él vencía, lo mataría y lo llevaría al Cielo, lo que significaría el final de toda forma de sacrificio en la Tierra. Por otra parte, si Sacrificio salía victorioso, él (la Muerte) se abstendría para siempre de venir al mundo.
El juego empezó de buena fe y hubo varios torneos en los que la Muerte salió victoriosa la mayor parte del tiempo. En otras culturas el equivalente del juego de ayo es el juego de ajedrez. Hacia el anochecer de aquel día, mientras los concursantes se estaban retirando para proseguir el juego a la mañana siguiente, la Muerte hizo notar que el día siguiente se completaría un mes desde que él había estado derrotando a Sacrificio en el juego quien en su ignorancia replicó indagando cómo era posible que la Muerte reclamara haberle estado derrotando durante un mes entero, cuando ellos habían jugado únicamente un día. La Muerte explicó le explicó el enigma recordándole que la Luna nueva iba a aparecer al día siguiente. Sacrificio discutió diciéndole que lejos de aparecer al día siguiente, la Luna iba a aparecer al tercer día. El debate se resolvió cuando la Muerte enmendó su temprana advertencia declarando que no importaba si el vencía o no a Sacrificio en el juego de ayo, él ya no se lo llevaría al Cielo, a ese respecto la nueva condición puesta fue, que si cono él ya había proclamado la Luna nueva aparecía al día siguiente, no solo se llevaría a Sacrificio con él al Cielo, sino que invariablemente continuaría regresando al mundo a llevarse seres humanos. Si por otra parte la Luna aparecía al tercer día tal y como Sacrificio había vaticinado, él no solo lo dejaría tranquilo, sino que dejaría de venir al inundo a llevarse otros seres humanos. Bajo esa apuesta, se retiraron por causa de la noche.
Después de esto, Sacrificio le relató a su padre Orúnmila cómo él había discutido con la Muerte sobre cuándo debía aparecer la Luna nueva. Rápidamente Orúnmila revisó su calendario y descubrió que fiel a la predicción de la Muerte, la Luna debía aparecer al día siguiente. El se quedó perplejo, sin embargo, consultó a su instrumento de adivinación, sobre qué hacer en esa situación. La adivinación le aconsejó que ofreciera un macho cabrío a Eshú inmediatamente. Sacrificio ofreció el macho cabrío sin tardar, rogándole a Eshú que evitara que la Muerte lo venciera en el concurso, porque la Muerte para él tendría gran repercusión en toda la Tierra.
Después de comerse su macho cabrío Eshú fue al Cielo a visitar el hogar de la Luna. Por su parte, la Luna solamente tiene un vestido para ponerse cuando viene al mundo. En la mañana lo había lavado y extendido sobre el césped de su patio para que se secara antes de ponérselo por la noche. Cuando Eshú llegó a la casa le preguntó cuándo debía hacer su viaje mensual al mundo. La Luna le replicó que iba esa noche. Con eso, Eshú partió. En ese instante del día el sol estaba empezando a retirarse de su diario viaje a la Tierra. Entonces Eshú reunió a los niñitos del Cielo para que jugaran y pisaran el vestido blanco de la Luna que ya estaba seco. Los niños marcharon sobre la tela con sus pies sucios y se estropeó totalmente con desaliño, dejaron la tela en tal estado de suciedad que la Luna hubiera sido a penas visible si hubiera aparecido con él.
Cuando al anochecer la Luna se levantó para recoger la túnica, descubrió que los pequeñitos del Cielo la habían ensuciado. Entonces dio orden de degüello y saqueo, amenazando con castigar a los niños del Cielo. Mientras se movía para golpear, Olódúmaré intervino para averiguar qué estaba pasando y la Luna le contó lo que los niños del Cielo le habían hecho a su ropa. Olódúmaré amonestó a la Luna por pretender dar castigo a niños inocentes por causa de un simple error y le preguntó si no habían sido esos mismos niñitos los que a menudo aclamaban cada vez que hacía su aparición mensual. ¿Iba a olvidar las canciones de alabanza que aquellos niños le hacían por causa de un error fortuito? Olódúmaré preguntó, entonces la Luna replicó pidiéndole disculpas a Olódúmaré por haber sido tan olvidadiza y así, perdonó a los niños. La Luna decidió que lavaría su vestido al día siguiente, y lo extendió sobre una, tendedera, en lugar de hacerlo en el suelo, para que se secara y así aparecer en la Tierra al día siguiente.
De regreso en la Tierra, la Muerte y todos los demás esperaron en vano a que la Luna saliera aquella noche, que no apareció. No fue hasta que la noche y el día siguiente pasaron que la Luna apareció finalmente. Antes de eso, la Luna venía a la Tierra generalmente cada treinta días. Fue a partir de esa época que empezó a aparecer cada treinta y un días. Cuando la Luna apareció al fin, el trigésimo primer día, la Muerte admitió a Sacrificio que los acontecimientos habían demostrado que él tenía razón y prometió no venir nunca más a la Tierra.
Así fue como Orúnmila con su hijo Sacrificio, acertó en desterrar a la Muerte de la faz de la Tierra.
Sin embargo, puesto que la Muerte había proclamado que la carne humana sería su alimento principal, tenía entonces que improvisar una nueva medida para procurarse su comida. Así que, de la misma forma que había hecho en el Cielo anteriormente, una vez más apeló a las deidades feroces a que le ayudaran a buscar alimento para él en la Tierra. Estas son: Oggún, la deidad de la contienda, el accidente y la guerra; Changó, la deidad del trueno, el relámpago y la electricidad; Olokun, la deidad del agua; lyamí Ochooronga, reina de la hechicería, y Sankpana que mata mediante todo tipo de epidemias. Hasta cuando los Ancianos de la Noche matan a seres humanos, primero los convierten en animales a la vez que los esqueletos humanos son llevados al Cielo por los mensajeros de la Muerte para su alimento personal. Por su parte, la Enfermedad, esposa de la Muerte, es lenta para llevarse a sus víctimas especialmente si ellas buscan consuelo con el sacrificio o con Ozain la deidad de la medicina.
Atributos:
Garrote grande y fuerte.
No se le inmola ni se le realizan otro tipo de ofrendas. Esta deidad no tiene ni odu isalayé ni Eshú.
Copyright 2016 © NOTASDEIFAYSANTERIA. All rights reserved.